Esta mañana,mientras pelaba unas gambas para el arroz,pensaba en las muchas cosas que he aprendido sobre mí en los últimos años;la claridad meridiana con la que he asimilado la razón de todos mis fracasos,o de algunos al menos,por haber maltratado el inmenso ramo de posibilidades que solemos tener al principio de la existencia,cuando todas las cosas,relaciones y experiencias están por estrenar.
Las cosas que pude hacer con mi instinto, las posibles mujeres que pude ser y que sin embargo murieron entre mis depresiones y acojones,como todas las capacidades perdidas en el regazo de la atroz cobardía.
Pero no era una sensación de lamento la que me acompañaba al pensarlo,sino más bien un sentimiento de conformidad.
Partiendo de la base de que,aun con esos pensamientos Alicia sobre los que filosofaba Sue el otro día en su blog,mi esqueleto ideológico esencial es bueno,en sentido machadiano,tampoco me voy a quejar,ya no se me ocurre.
En el pasado hice lo que pude teniendo en cuenta la información que tenía,la educación recibida,los mapas heredados y todo lo que a lo largo de mi camino he ido poniendo en duda,desmontando cada uno de mis días con la precisión de los paranoicos y volviéndolos a montar a la siguiente jornada;y no sólo eso,sino que decidí que me perdonaría.
Sí,me perdono a mí misma el daño que me hice,las horas arrancadas al sueño,las lágrimas inútiles,las búsquedas sin sentido,el protagonismo que puse (y que pongo todavía,según los instantes)en manos de los demás,cuando necesito que aprueben todo lo que hago o pienso;
me perdono por clamar ante la falta de alma,la burricada constante en la que vivimos en este sistema intolerante y oprimido,(hay quien todavía piensa que la opresión sólo procede de las tiranías políticas,como si el machismo ,la xenofobia,la homofobia,la violencia verbal y el catetismo barbárico no fueran una forma insoportable de falta de libertad);
también me perdono por creerme moñas sólo por tener corazón,me perdono por la necesidad que tengo a veces de escupir rabias e injusticias,me perdono por haber amado y por haber odiado,me perdono por haberme creído todo lo que me contaban,empezando por los curas y acabando por aquel amor mentiroso que me volvió fea e inapropiada;me perdono por haberme atrevido a bajar hasta los infiernos de mi propia y asquerosa honestidad;me perdono por no ser perfecta en un mundo de pensamiento uniformado donde las revoluciones se hacen virtualmente mientras fuera el rebaño sigue pastando;no arden los ministerios ni los bancos,arden los bosques,y yo me perdono por no entenderlo.
Pero me perdono también porque sé que las noches de insomnio seguirán,puesto que no soy un Buda y el vaso de agua mantiene su capacidad de ahogarme;aunque también me perdono por seguir manteniendo la esperanza;por inventar palabras y hacer mala poesía y por desear escribir en renglones japoneses siendo tan sólo una sevillana que abandonó filología en primer curso por un desengaño amoroso.
Me perdono por ser básica y pequeña;por comer demasiado;por usar la cerveza como ansiolítico;por marujear en el sofá y por pretender la libertad de pensamiento;por la soberbia de querer a veces escandalizar a los otros contando cosas de mi vida,algunas inventadas,por ese deseo de sacudir el árbol de bellotas a ver si al caer se convierten en iluminados como yo;me perdono por haber tapado los espejos de mis ojos con sabanitas de dolor y penuria.
Que sí.
Hoy me perdono.
(La foto es mi versión del Ecce Homo).